Criticas de arte

Jesús Molinero es un artista que ha obtenido su personal experiencia en los lienzos, durante una vida rica en situaciones difíciles, experiencia en otras tierras y trabajo duro.
El ha montado ahora su primera exposición en España, en la Galería Estudio de Madrid.
Hay tres temas principales en sus lienzos expuestos. El primero esta inspirado en su conocimiento del Brasil, un país al cual el artista no puede sentirse indiferente.
Hay un colorido de composiciones inspiradas en las danzas del carnaval brasileño, los colorados habitantes y sus coloridas mascaras.
Hay visiones surrealistas con hombres y mujeres desnudos con la piel agrietada que mezcla con seres irracionales, extraños, fantásticos animales similares a aquellos usados por el Herenymous Bosch.
Finalmente el paga el tributo a su estatura como un español y conoce muy bien los temas ibéricos.
Este grupo incluye a D. Quijote y Sancho Panza, las figuras de las Procesiones de Semana Santa, cantantes flamencos y otros.
En algunas de estas pinturas el drama a través de un desolado campo por ejemplo -mezcla técnicas y temas para formar juntos una combinación muy difícil.
Molinero es un artista que va a la cabeza, espero que su habilidad y entusiasmo le traigan los sucesos de que es merecedor. 

IBERIAN DAILY SUN

JESÚS MOLINERO REY nos presenta una exposición en donde la fantasía aflora en todos sus cuadros. Hay en estas obras una estructura que se eleva y complica al modo de un gigantesco árbol.
La fantasía y el símbolo son dos condicionantes de este artista.
Un concepto escultórico, podríamos decir de estas formas enraizadas que tienen mucho de surrealismo.
MOLINERO REY ha vivido muchos años en Sudamérica y principalmente en Brasil.

Francisco Prados de la Plaza. Critico de Arte de TVE.
En el espacio de televisión "Panorama de Actualidad".

Jesús Molinero Rey por Agustín de la Torre.

Mas que pintor, esteta, lleva un cuarto de siglo buscando el camino de Damasco. No hay en su vida etapas de pausa, ni siquiera de parsimonia en el trabajo. Paralelo: Fray Junípero, en pos de una galaxia de misiones a construir, de fieles a catequizar. Herido, moribundo, debía seguir adelante: ¡Que poco es una vida para dedicarla al servicio de Dios!
Jesús Molinero Rey tiene otro misticismo, distinta vereda para llegar a Roma: el arte, y, de ella, la pintura. ¿Sus comienzos? Tan humildes y calamitosos que convertirían este reportaje en folletín, tan turbulentos como una epopeya, tan épicos como el empuje de la roca de Sísifo, y casi tan desesperanzados...
Luego de estudiar en los Maristas, sintiendo la llamada vocacional, Jesús Molinero Rey hubo de (sic) parir los efectos de la convulsión española a la edad en que otros han dejado (sin) los juguetes.
Sin escuelas de dibujo, ni academias de pintura, se formo en plan autodidacta; alternando diversas profesiones y oficios, tan variados como expender mercería y proyectar películas -con titulo de operador- en un cinematógrafo de Madrid.
Al mismo tiempo (¡!) hizo un curso de radio y fabrico en su domicilio transformadores eléctricos, trabajando gratis para aprender ajuste mecánico, torno y fresa. En la embajada británica fue durante un trienio proyeccionista y encargado del repasado de películas. Con aparatos de cine, prestados, dio funciones ambulantes en pueblos de las inmediaciones y sesiones en colegios y conventos. A la vez, si es que había ratos intermedios, pinto. Sin ayuda, sin enseñanza previa ni la menor orientación, sin dinero, Jesús Molinero Rey improviso lienzos y bastidores, marcos para sus cuadros y los mas diversos elementos cromáticos. Eran materiales heterogéneos y heterodoxos, pero siempre tendentes a sublimar la belleza, ese afán interior que le impulsaba como acicate.
A la edad en que otros mocitos fuman, a escondidas, nuestro joven amigo hubo de constituirse en cabeza de familia, en norte y guía de los padres que atravesaban una situación misérrima. Y dio el salto con ellos hasta Brasil; conjugando para subsistir todas y cada una de sus anteriores profesiones, en un esfuerzo tal que resintió su salud y lo dejo casi varado, en plena pubertad. Apenas podía caminar, en el sentido real y físico de la palabra, y esta desdicha le abrió el único derrotero posible: ¡estar quieto y dedicarse, por entero, a pintar"
En Brasil llegó a ser regente de dos galerías de arte -la Copacabana y la Nagasaki- y en ellas tomo el pulso a profesionales artistas, a técnicas y modos de expresión plástica. Y -siempre intensivo- formo una tertulia con pintores españoles, y en las reuniones sabatinas analizo diseccionando -como en el famoso cuadro de Rembrandt- tendencias y procedimientos pictóricos, estilos, escuelas... El águila real, el impenitente machacón y la llama mística empezaron a fundirse para alumbrar una directriz: ¡precisamente cuando estaban sus alas quebradas, la piedra (sic) rota y el fervor mesiánico trasudando sangre!
No les estoy hablando de un superhombre, amigos míos; sino de alguien como cualquiera de nosotros, y en ello estriba su merito.
"Luz...¡Mas luz!", pedía Voltaire. ¡Mas tiempo y mas conocimientos! Suplicaba al otro lado del mar Jesús Molinero Rey, esforzándose por dominar el Arte y suspirando por volver a España.
¿Posibilidades económicas? Les diré a ustedes que, cuando nuestro emigrante tenia cerca de un millar de cuadros ejecutados, en apretada comunión con su luz interior, había de exponer al aire libre en los jardines de la playa de Botafogo, y en los pasillos de un edificio comercial en Copacabana. Pinto murales para un Juzgado, para cafeterías o portales de lujo, y vendió cuadros a marchantes hebreos y a particulares facilitando el pago aplazado hasta un año.
En relación con un cuadro de Jesús Molinero Rey, voy a referirles cierta anécdota que tiene mucho de sacra y de rocambolesca. La secta cristiana SIEDU le había pedido crear un símbolo religioso. (La cruz desdoblada en dos estrellas) y nuestro artista no pudo entregar el cuadro hasta una Nochebuena. El lienzo quedo en un oscuro camaranchón, para examen posterior del sacerdote. A las ocho de la mañana siguiente, el reverendo penetro en la modesta habitación, dispuesto a ver el cuadro. No encendió luces, porque un rayo de sol penetraba en diagonal e incidía curiosamente en la tela, produciendo una impresión fabulosa; increíble por no haber sido preparado el efecto y, gracias a ello, fantasmagórico. ¡Era como si un dedo sobrehumano señalase, con aquel dardo de luz, la aprobación y el veredicto divinos! Recapitulemos: El cuadro, develado en el día de la Navidad... Su lienzo, el marco, e incluso los colores preparados por la misma mano, al estilo autárquico de los antiguos modos patriarcales... El dedo luminoso, señalando el centro del tema como si de un consenso celestial se tratase... Y, además, el autor de la obra se llamaba Jesús... Los comentarios siguieron a ese tenor, y como la técnica de Molinero Rey es tan distinta -y distante- de las otras conocidas, todo contribuyo a formar un clímax ultraterrestre, feliz y fatalista. Hay un epilogo. Tan hondamente sentido, tan sincero e infantil en su realización que conmueve, crispa y casi angustia. Al día siguiente, el pintor recibió en su estudio la visita de un anciano, munido de venerable barba que, como en éxtasis, se inclino ante el colmándole de elogios y de buenos augurios. ¡El pontífice de la secta le consideraba un heraldo del Mas Allá!
Esto es un reportaje veraz, y no fantasía novelada. Para consolidar ante ustedes los meritos extraordinarios de este pintor -que hace poco celebro una exposición en Madrid con gran éxito de publico y de critica (periódicos, televisión y radio)-, diré que ha ganado tres premios internacionales de publicidad a escala mundial, en el montaje de sonido y por su trabajo en Estudios Moro, y dos documentales en el ámbito nacional: el ultimo el pasado año, en Zaragoza.
Adrede no he querido hablar de la pintura de Jesús Molinero Rey, sino de sus vicisitudes en pos del Arte. Me parece mas interesante y humano, mostrarles como a Hércules siguiendo el hilo de Ariadna, en el interior del laberinto. Es posible que en otro momento, coincidiendo con una nueva muestra de su vocación, les guie por otro Dédalo: el de su laboriosisima técnica, el de su visión sui generis de la plástica. Deseo que coincidían conmigo, entonces, en que Jesús Molinero Rey no ha encontrado, aun, su camino de Damasco, pero que esta marchando -con sus pies lacerados, casi inservibles- por una senda firme y ascendente hacia ese pináculo.

© AGUSTÍN DE LA TORRE. Crítico de arte.